Pablo Trapero vuelve para airear los trapos sucios de Argentina centrando su mirada en los olvidados, que malviven en gigantescas barriadas marginales al margen de la sociedad. Buena puesta en escena, pero contenidos desequilibrados.
Julián (Ricardo Darín) y Nicolás (Jérémie Renier) son dos sacerdotes que ejercen su apostolado en la Villa 31, en Buenos Aires. Un gigantesco reducto de marginalidad en el que tratan de ayudar a los olvidados por la sociedad sin sucumbir al agotamiento físico y mental, un esfuerzo recompensado casi únicamente por el reconocimiento de los vecinos. Pablo Trapero vuelve a cocer las habas argentinas con “Elefante blanco” drama social y reivindicativo intenso a ratos, gastado en su reiteración otros tantos, pero interesante y que encaja perfectamente en la obra de uno de los más renombrados internacionalmente cineastas del país austral.

«No quiero terminar odiando a todo el mundo». Bandas, ambiente suburbial, (fangosos) intereses burocráticos e institucionales, corrupción, drogas, violencia desatada… a lo que hay que unir las flaquezas inevitables del ser humano y las tentaciones de la carne. Un cocktail de mezcla explosiva que coloca a todos los personajes de la película cerca, peligrosamente cerca, del punto de ruptura individual y colectivo; pero es un coqueteo con el abismo desarrollado desde demasiadas líneas confluyentes en el guion también firmado por Trapero, caminos no siempre efectivos en el trazo de las relaciones interpersonales por buena, meticulosa y consciente que sea la puesta en escena y manejo de la cámara por parte del cineasta.
Eso sí, el tono de thriller vibrante del conjunto ayuda a la digestión de su compromiso, una opción visual, estética y narrativa en ocasiones cercana a la “Ciudad de Dios” deFernando Meirelles que acerca este “Elefante blanco” a un palco mucho más amplio que el interesado en el drama de denuncia social. En cuanto al tridente central, Ricardo Darín está cómodo, como siempre ─es uno de esos actores que parece que no tienen que hacer el más mínimo esfuerzo para meterse en sus papeles─, el dardennianoJérémie Renier chirría un tanto desde su forzosa adaptación lingüística, a veces poco natural más allá de lo lógico, y Martina Gusman defiende de modo regular el menos sabroso de los personajes principales. No está mal, pero algo falla.
Calificación: 6/10
mágenes de “Elefante blanco”, película distribuida en España por Alta Classics © 2012 Matanza Cine, Morena Films y Patagonik Film Group. Todos los derechos reservados.
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